domingo, 28 de febrero de 2010

SOMBRERO.... AY, MI SOMBRERO...



Tal vez mi entrada de hoy en el blog pueda parecer efectuada por un machista. Creo que las personas que analicen con una cierta profundidad mi exposición, no apreciarán síntomas de ello.
Sin negar que independientemente de tal apreciación con motivo de este pequeño artículo, en los hombres, algo de machista siempre se arrastra, pues la condición por sexo es un aspecto inalterable de la vida, y el que diga lo contrario va "contra natura".
Al igual que las mujeres, a las que no les corra por las venas un porcentaje de feminismo también estarían en una situación contra natura.
Los conceptos de machismo y feminismo en el mundo actual, en que cualquier tendencia humana merece una consideración peyorativa e incluso en muchas ocasiones hasta despectiva, no son admitidos por las personas con el respeto que cada concepto merece.
Qué bonito sería que cada cual se identificara con orgullo de su identidad; los varones de serlo, y las hembras idem de lo mismo, a conciencia de que en la comunión de ambos está la esencia de la vida, de la especie humana.
Bueno,  que no iba por aquí el tema de hoy.
Sí que iba de SOMBREROS.   Hace muchos años, no sabría decir cuándo (respecto a las etapas de mi vida) empecé a extrañarme de porqué los hombres habíamos dejado de usar con asiduidad esta prenda de vestir.
Ante el no "salirme de madre" en los convencionalismos de la sociedad ciudadana y cosmopolita, se fueron  alargando en el tiempo mis deseos de hacer de granito de arena en la reivindicación de su mayor uso en la vida diaria de los hombres.
Parecerá una tontería pero, por fijar una fecha para comenzar la reivindicación, siempre pensé que el pasar la frontera de los sesenta años de edad podría ser una buena fecha.
Pero ahora tengo que decir que han podido más mis ansias de iniciar aquella reivindicación  que el permanecer impasible ante aquel objetivo, en el tiempo, puramente numérico.
Bruselas fué un buen lugar para comprar mi primer sombrero, las tiendas próximas al Maneken Pis, fueron objeto de mi exhaustivo análisis para no fallar con el primero, no sea que por "pifiarla" en la primera elección todo mi castillo pudiera empezarse sobre arenas movedizas.
Luego llegó la connivencia con mi mujer, o sea su complacencia y beneplácito, que la llevó a regalarme el que ahora es mi segundo sombrero, de color negro, precioso.
Y dedicar hoy mi entrada a contar mi experiencia y antecedentes por esta prenda masculina, es que siguiendo mi filosofía, hoy también he incluído un buen amigo en el CCC (el Club de los Cabezas Cubiertas).
Aquí dejo el testimonio gráfico.   De paso que manifiesto la intención para el próximo mes,  de escribir una entrada con un poco más de carga literaria y con algo más de calidad, o al menos lo intentaré.