miércoles, 10 de julio de 2013

PERO, ¿COMO SE PUEDEN TENER TANTOS RECURSOS LITERARIOS?.

En ocasiones, me encuentro en un bar, desayunando o tomando algún refresco, y con un periódico en mi mesa, que ojeo y del que leo algún artículo con mayor o menor fruición.
También, en ocasiones, detecto la mirada de más de un cliente del establecimiento, que advirtiendo mi atención a la lectura parece como si dijeran  (  o pensaran ) : " mira , aquel... ya tiene el periódico ( del bar ) cogido.    
Pobres ignorantes, no saben que a menudo, estoy leyendo el periódico de ayer o incluso anterior, y que para mí, las noticias de ayer tienen hoy la misma validez; y ya no digamos las columnas de opinión.  La misma opinión de ayer debe de ser ( o debería serlo ) la de hoy.  Por tanto, ¿tiene importancia la fecha a la hora de leer y formarse opinión ?. 
Sinceramente, creo que no.   Un día haré una entrada en mi blog comentando sobre esto y extendiéndome gustosamente sobre este tema que siempre he encontrado apasionante.

Hago este previo, porque , tras bastante tiempo sin publicar entradas en mi blog,  he tomado (alguna vez ya manifesté mi intención de ello ) la decisión de no rebuscar tanto la excepcionalidad de mis comentarios. O sea, ser más llano, escribir con más naturalidad lo que pienso, sin necesidad de esperar a que el lector lo vea superpulido y ordenado.
Así, sencillamente, y confesándome ,  aprovecho un borrador que tenía preparado en los días siguientes al fallecimiento de un famoso escritor, para reactivar el blog.

Así, sin más; ya prepararé, lo prometo, entradas con mayor enjundia que la presente,  que no por inactual merezca una opinión de innecesario comentario, es decir que puede el lector respetuosamente reservarse. 

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En mi entrada de Junio de 2010 recordaréis que indiqué  que  el  escribir  es una de las  Bellas Artes.
A partir de ahora pienso hacer algún feedback con alguna de mis entradas, para ver el grado de aceptación de mis consideraciones respecto a personas (escritores) que siempre digo que, entre tantos miles, o mejor,  millones más,  escriben mejor que yo.  Escritores que, ante la lectura de sus escritos,   provocan o pueden provocar sentimientos de placer, o no, pero ante los que no te puedes quedar indiferente..
Empiezo hoy, transcribiendo íntegro el artículo de un escritor.  Y por el estilo (creo que personalísimo) a ver si adivináis ¿quién es el autor?.     Ruego que prescindáis de cualquier matiz político que se quiera apreciar en el escrito,  y simplemente fiajrse en la calidad de las frases, las metáforas increíbles, y la facilidad del sujeto para describir sensaciones populares.
El articulo al que os remito fué publicado a primeros de octubre de 2010 y se titula :La etiqueta del agua.


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LA ETIQUETA DEL AGUA:

Yo comprendo que no se estila la franqueza en ocasiones como ésta, pero a mí la muerte de José Saramago no me duele de una manera gremial por tratarse de la extinción de un escritor. Lamento su fallecimiento, como es natural, pero, sinceramente, estaba en una edad en la que sucumbir a la muerte es más natural que citarse con los amigos para acudir por la noche a la bolera.
Un vecino mío que no está muy al tanto de la literatura se enteró ayer por el telediario de la importancia capital de Saramago gracias a la relevancia informativa con la que fue tratado su óbito. 
No nos engañemos: somos un país en el que un selecto grupo de gente lee todo lo que los demás evitan leer. 
Se edita mucho, se vende bastante y, francamente, se lee poco. Soy el primero en reconocer que mi índice de lectura sólo es ligeramente más alto que el del murciélago.   Pero he leído cosas de Saramago y he invitado a otros a que lo hiciesen, no porque a mí me gustase la literatura del portugués, sino porque el regalo de alguna de sus novelas me ha servido para librarme de la amistad de unas cuantas personas a las que estaba deseando perder de vista. Podría haberles atizado directamente en la cabeza con el libro y de ese modo sería coherente con mi idea de que la literatura ejerce sobre la sociedad menos influencia que la artillería, pero creo que el castigo de leer una novela de Saramago es, sin duda, más severo que el de recibir su impacto en el cogote. 
Yo sé que mi actitud de hoy me va a granjear la antipatía de las clases cultas y que en lo sucesivo nadie me va a invitar jamás a una de esas veladas literarias en las que la gente lo que recuerda luego son las gambas Orly y las piernas de la azafata iletrada pero hermosa que reparte los libros encaramada como humo de lencería en la inalámbrica gacela de sus pisadas. Exceptuando la intendencia y la chavala, no creo que me pierda gran cosa. No me sentiré por eso peor que cuando supe que Ava Gardner jamás pensó en mí mientras se daba carmín en los labios. 
En un país en el que la gente decente tiene que abrirse paso a tiros hasta ponerse a salvo en la cárcel, la crítica literaria se empeña en considerar de culto cualquier obra literaria en la que los lectores por lo general sólo encuentran una magnífica excusa para dejar de leer. 
Me duele la muerte del hombre y me es indiferente la del escritor. Ya sé que se trata la suya de una pluma muy jaleada por cierta crítica ideológica. Pero eso a mí me resulta tan irrelevante como si pretendiesen convencerme de que podría calmar la sed leyendo la etiqueta del agua.


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Si alguien ha averiguado de que escritor se trata y quiere añadirlo en su comentario, será para mí un placer saber si su gusto coincide con el mío.  La verdad es que yo disfruto leyendo a este escritor en la práctica totalidad de sus columnas.

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